También lo pueden leer aqui, en el blog de una gran amiga: http://www.dynamayedacamsex.com/relato-la-vecina-caliente-by-mtdsc/.
Yo estaba en mi casa, tranquilamente
relajado en la cama, cuando sonó el timbre de la puerta. Me puse una bata
encima del pijama y baje a ver quién era. Resulto ser la vecina, una chica con
el pelo moreno largo, una camiseta blanca y un pantaloncillo también blanco. Me
pregunte que querría a esas horas de la noche, aunque la verdad es que pensé
que me daba igual, porque siempre me había gustado y había pensado muchas veces
en lo que sería tenerla en mi cama, divirtiéndonos los dos, con nuestros cuerpos
desnudos meciéndose juntitos.
Deje esos pensamientos aparte y abrí la
puerta. Allí estaba ella, radiante como si acabara de llegar de una sesión de
fotos en una agencia de modelos.
-Buenas noches, perdona que te
moleste a estas horas, pero es que me quedado sin luz y necesito hacer una
llamada urgente- dijo.
-Claro que no. Pasa- dije yo.
Me aparte para dejarla pasar y ella entro.
La señale donde estaba el teléfono y ella me dio las gracias y se dirigió hacia
él. Como me dio la espalda, no pude evitar ver que tenía un culo precioso,
marcado en los pantaloncitos. Me pareció que se volvía, así que me di la vuelta
para que no viera reflejado en mi cara lo que estaba pensando, pero me parece
que no pude evitarlo porque creí ver en su cara una sonrisa picarona.
Mientras
ella llamaba me retire a la cocina y después subí a mi habitación, porque me había dejado encendida la
televisión.
Al cabo de cinco minutos, me pareció oír
como colgaban el teléfono, pero no oí como cerraban la puerta, así que me asome
a la puerta y me encontré a mi vecina allí parada, con una mirada de deseo en
la cara que se debía parecer a la mía cuando entro.
-Creo que debo agradecerte que hayas sido
tan amable conmigo –dijo.
-No tienes por qué. Entre vecinos hay que
ayudarse –dije yo.
-Exactamente… - dijo ella y me empujó hacia
la cama.
Al empujarme, yo me caí encima de la cama
y, mientras me ponía de rodillas encima de ella, vi cómo se quitaba la camiseta
y dejaba al aire sus preciosas tetas, que tenían los pezones erectos y
sonrosados.
-Te gusta, ¿verdad? Me fije en cómo me
mirabas cuando entre –dijo tocándose de manera muy sensual.
Entonces me acerque a ella y la puse la
mano derecha encima del pezón derecho y empezó a masajeársele lentamente, muy
lentamente. Note como se excitaba mientras hacía eso, así que pase a hacerlo
también en el pezón izquierdo.
-Mmmmmm, que bien lo haces….
Pase a hacerlo con la lengua, mientras
bajaba la mano hacia su sexo. La metí por el borde del pantaloncillo y note que
estaba muy mojado, así que pude introducir mi dedo en él y empezar a moverlo de
dentro afuera mientras seguía usando mi lengua con sus pezones y sus preciosas
tetas.
-Sigue…, sigue… -gemía mi vecina.
Entonces
empecé a bajar mi lengua, pasándola por su ombligo y tórax hasta llegar a los
límites del pantaloncito, que empezó a bajar muy despacio, mientras seguía
penetrando con mis dedos su vagina sonadísima.
Cuando ya tenía a mi vecina a punto, use mi
lengua para terminar de calentarla y se vino con unos gritos de placer que me
sonaron a gloria.
-Si… si… que bien, cariño.
Una vez más calmada, me hecho hacia atrás
en la cama, me bajo el pantalón del pijama y me cogía la polla, que estaba
erecta del todo y tras sobarla un poco, se la metió en la boca y con la lengua
me hizo sentir en la gloria cuando me hizo la mejor mamama en mucho tiempo.
Tocaba la punta de mi polla con la lengua y después subía y bajaba varias veces
con sus labios por toda la extensión de mi sexo erecto, hasta que noto que me corría
y dijo:
-Espera. Córrete en mis tetas, cariño. Dame
toda tu leche. Mmmmm.
Y se bajo de la cama, para ponerse en
cuclillas y recibir mi corrida. Para terminar más rápido, me masturbe un poco y
me termine de correr en sus preciosas tetas, regándola con mi leche. Ella se
relamió y cogió un poco para metérselo en la boca con sus preciosos dedos. Se
volvió a meter en la boca mi polla para limpiármela del todo y dijo que nos
tumbáramos en la cama. Así lo hicimos y cuando estuvimos relajados del todo, se
vistió y se fue. Desde entonces, cada viernes vuelve y nos
lo volvemos montar, cada vez de una manera distinta.
Dedicado por el autor a Dyna Mayeda