domingo, 15 de septiembre de 2013

El Despacho de las Enfermeras

Estaba yo en el hospital visitando a un amigo cuando por delante de la habitación del mismo pasó una enfermera vestida de blanco. Al principio no me volví, porque estaba en una animada conversación con mi amigo y su novia. Pero cuando volvió a pasar ya si me fije porque estaba saliendo y la chica era una verda-dera belleza: unas tetas impresionantemente preciosa, unas piernas esculturales, un pelo negro precioso y una belleza facial de las que dejan huella. Me dejo impresionado, pero había quedado con otro amigo para de-cirle como estaba el hospital-zado, pues no pude quedarme, pero antes de salir la eche unas miradas que si las hubiera visto hubieran quemado...

Al día siguiente, o a los dos días, volví al hospital y allí estaba otra vez la enfermera del primer día. Ese se-gundo día estaba realmente preciosa en su vestido blanco. Lo que me extraño era que estaba en minifalda y todas las demás con un pantalón, pero bueno, lo achaque a que quería lucir sus preciosas piernas. Total, que después de echarla una mirada lujuriosa, entre a ver a mi amigo y allí estuve un largo rato, en que me dijo que una enfermera había preguntado por mí, pero que no sabía decir cual... Al salir de la habitación tras des-pedirme de los que allí estaban, vi que la planta estaba vacía y no sé por qué (porque no había nadie a la vista), me acerque al despacho donde estaban las enfermeras, localizado hacia el centro de la planta. Cuan-do llegué, estaba abierto y entre. Tenía una mesa delante de mí, archivado-res a los lados y varias sillas alrededor de la mesa… incluso un sofá 8supuse que para la jefa). No había nadie, pero otra vez sin saber por qué me quede un rato, con la puerta abierta detrás de mí...

Al cabo de un rato, me pareció oír un ruido como de zapatos amortiguados que se dirigían hacia la sala donde estaba. Me di la vuelta y vi delante de la puerta a la enfermera que ya me había cautivado hacia un par de días. Tenía una mirada picarona que me ponía a cien...

  -El otro día me pareció que me mirabas, guapo – dijo.

  -Como para no mirarte, preciosa – conteste yo.

Entonces ella se acercó a mí y me hizo darme la vuelta. Me levanto la camisa y empezó a besarme por la espalda, subiendo y bajando por toda su extensión. A la vez me acariciaba por delante y también a veces la espalda...

Estuvo durante un rato así y después me hizo darme la vuelta otra vez. Como me había puesto muy cachon-do, mi pene estaba muy duro y así lo vio la chica, que me hizo saber con una sonrisa que le gustaba lo que veía. En ese momento, se quitó la camisa y vi sus bellas te-tas. Me bajo los pantalones y lo cogió entre sus manos, empezando a masajearlo poco a poco, a veces hacía de arriba abajo y a veces en círculos. Lo varia-ba según su criterio y yo estaba ya tan caliente que se habría podido freír algo allí dentro...

Paso un rato en lo que todo siguió igual, hasta que la dije con un gesto que se sentara en la mesa, cosa que ella hizo bajándose las braguitas a la vez que lo hacía. Al estar en posición, empecé a penetrarla muy, muy despacio, para después acelerar poco a poco y llegar a una velocidad rápida. De vez en cuando, golpeaba la parte de arriba de su coñito con la punta de mi polla y volvía a empezar: despacio, más rápido, más rápido, golpecito...

Al cabo de un rato, la hice cambiar de posición y que se sentara encima de mi polla, que yo lo haría en un sofá grande que había allí cerca. Así lo hicimos, y ella empezó a subir y a bajar, a subir y a bajar, a subir y a bajar… despacio, despacio, rápido, rápido y vuelta a empezar…

  -¡¡Siiiiiiiii, siiiiiiiii, aaaaaassssí, fuerte, fuerte, follame duro!! – gemía de vez en cuando la chica…

Yo la complacía cada vez que gemía y aceleraba el ritmo. Al cabo de un rato, cuando ya vimos que nos cansábamos en esa posición, me indico que se apoyaba en la mesa de reuniones y que quería que la follara por detrás. Así lo hicimos, pero antes la acaricie un poco su coñito con mi mano derecha primero y con la izquierda después, para prepararla un poco más. Cuando lo hice, note que se excitaba aún más de lo que estaba y que se movía al ritmo de mis acometidas. De vez en cuando, la acariciaba las tetas con mis manos mientras le penetraba hasta el fondo primero, después un poco menos y así sucesivamente hasta que la chica se corrió. Momento en el cual me dio unos golpecitos para indicarme que parara. Se dio la vuelta y me volvió a coger la polla, que se volvió a meter en la boca bien adentro varias veces. Cuando noto que me iba a correr yo, se la saco y con sus manos empezó a masajearla hasta que derrame todo mi semen encima de sus preciosas tetas, que mojadas de mi leche estaban todavía más bellas. Lamió una última vez mi polla para limpiarla de semen entera y se sentó en una silla cercana para ir vistiéndose, mientras yo de pie hacia lo mismo. Cuando ya estuvimos listos para irnos, ella me dio una tarjeta suya y yo la di una mía, quedando para otro día y repetir el asunto…